Nunca me han gustado las escaleras de ciertas facultades de noche: siento que hay una sombra que espera a la vuelta de la esquina. Particularmente en letras y ciencias económicas, me ha pasado esto.
Sin embargo, los ascensores tampoco son santos de mi devoción. Existen un par de los mismos donde fallecieron personas mientras realizaban el mantenimiento, en agro y en derecho.
Otros cuyas formas claustrofóbicas nunca me han invitado a su uso, como el que había en físicamate, y los que al abrir dejan al descubierto un paisaje desolador.
Creo que la vez que más me perturbe fue bajando en el ascensor un domingo de noche de las oficinas del Teatro Girasol al sótano y encontrarlo tan oscuro como la noche misma.
Hoy en día me pregunto si paso o si es un engaño de mi imaginación, pero en la oscuridad siempre hay algo que observa.
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