A pesar de lo sugerente del titulo, este post trata acerca del buen comer y no tanto de otro tipo de placeres culinarios. Y es que cuando el espíritu gordito ataca no hay platillo que escape de la vista.
Uno de mis rituales sagrados es ir a comer después de un examen, particularmente si violentó mi dignidad. Ya, a estas alturas de la vida, he ido a comer a casi todos los lugares cercanos a la U: desde el chino del económico hasta en sodas que ya no existen, como la extinta soda de arqui.
He visto pasar buenas y malas administraciones. Hubo un tiempo en el que el comedor era el sitio más supremo para comer en la U y usted con dos rojos se tenia que ir montado en un carretillo de lo lleno que quedaba. Como sabrán esos tiempos ya acabaron,: no es que ahora sea malo, es que no es lo que solía ser antes.
En la U, casi que se consigue de todo: desde empanadas hasta tres leches, pasando por casados para todos los gustos. El problema suele ser que uno tiene billetera de cebolla y un agujero sin fin en el estomago, que como sabemos solo puede llevar a dos sitios: donde el pelón de la canela o la vieja confiable comida hogareña.
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